La escena política nacional volvió a sacudirse este fin de semana tras la explosiva reacción de Victoria Villarruel. Luego de haber habilitado el tratamiento y la aprobación en el Senado de leyes impulsadas por la oposición —entre ellas, un nuevo esquema de movilidad jubilatoria y beneficios para personas con discapacidad—, la vicepresidenta se convirtió en blanco de ataques desde el propio oficialismo.
La reacción desde la Casa Rosada no tardó: Javier Milei la tildó de “traidora”, mientras que la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, la acusó de operar con el kirchnerismo. Pero Villarruel no se quedó callada y salió a contestar con un mensaje tan institucional como político: “Un jubilado no puede esperar, y una persona con discapacidad menos. Que ahorren en viajes y en la SIDE y listo”, lanzó en su cuenta de Instagram.
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Una respuesta que expone la fractura
Con un tono poco habitual en ella, la vicepresidenta apuntó directamente al presidente:
“Cuando el Presidente decida hablar y comportarse adultamente, podré saber cuáles son sus políticas, dado que no habla”.
También respondió a Bullrich:
“La democracia fue denigrada cuando personas que integraron organizaciones terroristas, como en su caso, manejaron durante décadas el destino del país”.
Las frases no fueron azarosas ni improvisadas. Villarruel está construyendo una narrativa paralela dentro del gobierno, una donde se posiciona como garante institucional, moderada en la forma pero crítica del rumbo libertario más extremo.
Ministra Bullrich, la democracia fue denigrada cuando personas que integraron orgas terroristas como en su caso, manejaron durante décadas el destino del país.
Todos los argentinos saben de qué lado estoy en lo que a kirchnerismo se refiere porque los combatí siempre, mientras…— Victoria Villarruel (@VickyVillarruel) July 10, 2025
¿Grieta dentro de la Libertad Avanza?
Lo que hasta hace unos meses parecía un equilibrio de poder entre el ala dura del mileísmo y el perfil más institucional de Villarruel, hoy aparece como un escenario de ruptura política inminente. Las señales son claras: falta de diálogo, declaraciones cruzadas y una creciente tensión por el manejo del Congreso, donde la vicepresidenta juega un rol clave.
Mientras Milei mantiene una agenda exterior agresiva y centralizada, Villarruel pone el foco en el territorio, los sectores vulnerables y la institucionalidad. Desde su entorno aseguran que “no hay línea directa con el Presidente”, y que la situación es “insostenible”.
¿Qué está en juego?
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El control del Congreso: La vicepresidenta comienza a actuar con autonomía, en un Senado donde el oficialismo está lejos de tener mayoría.
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La imagen de unidad: El enfrentamiento expone una interna profunda y alimenta la percepción de fragmentación dentro del gobierno.
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El rumbo político del mileísmo: Mientras Milei avanza con recortes y ajustes, Villarruel plantea límites sociales y éticos al modelo.