Faltarían horas de análisis, caracteres y litros de saliva para explicar a fondo lo que pasó con la votación del proyecto de Ficha Limpia en el Senado. Su rechazo tomó por sorpresa a todos: a la sociedad, que miraba estupefacta el resultado, y a los propios senadores, que daban por descontado que los votos para tumbar la iniciativa no estaban. El desconcierto fue tal que, cuando se anunció el resultado, en el recinto se escuchó un grito desaforado, como si alguien hubiese gritado un gol en el último minuto.
La falta de explicaciones de parte de los senadores misioneros Sonia Rojas Decut y Carlos Arce desató un vendaval político que enfrentó al gobierno nacional, al de Misiones y al macrismo. Este último, que hizo del proyecto una bandera en CABA —especialmente de cara a las elecciones del próximo domingo—, acusó a la Casa Rosada de haber pactado con Misiones. Según versiones que circularon con fuerza, Santiago Caputo habría sido el encargado de bajar la orden directamente a la provincia: Rojas y Arce debían votar en contra.
Esto ya lo habíamos advertido en columnas anteriores. El jefe del bloque libertario, Ezequiel Atauche, no confiaba del todo en llevar el proyecto al recinto, precisamente porque el sector de Caputo presionaba para que no avanzara. Y no se equivocó.
Desde la “tierra sin mal” surgieron, en off y en pasillos de la Legislatura provincial, rumores sobre una reunión privada en la que se le habría pedido explicaciones a Carlos Rovira por el voto de los senadores misioneros. Lo más jugoso de esos rumores fue que el propio presidente Javier Milei habría llamado a Rovira para pedirle que el proyecto no se aprobara. La versión fue publicada por Radio Up y rápidamente se viralizó.
El domingo, con la presión nacional encima, el Frente Renovador Neo emitió un comunicado defendiendo la “autonomía de la agenda misionera” y despegándose del escándalo. Sostuvieron que había que dejar que sea “la sociedad, en las urnas, la que elija a sus candidatos”. Un gesto de independencia en papel, pero con el sello del cinismo típico de quienes manejan los hilos en las sombras.
Ayer, Milei dio una entrevista televisiva donde negó rotundamente haber hablado con Rovira. Ofreció incluso mostrar su teléfono en vivo como prueba de inocencia. Aprovechó también para volver a atacar al periodismo, al que acusó de inventar fake news con datos de pasillo. Y, como si faltara algo, aseguró que Macri y Cristina tienen un pacto para ensuciarlo con la caída de una ley que él mismo había impulsado.
Mientras tanto, todos se tiran la pelota. Nadie se hace cargo. Nadie explica. Y, lo que es peor, nadie propone soluciones. Quizás nunca sepamos con certeza qué pasó, o quizás el tiempo termine revelando lo que ahora se oculta. Lo que sí sabemos es que, como siempre, la política se dedica más a encontrar culpables que a resolver problemas. Y eso debería preocuparnos más que cualquier rumor.
Porque Ficha Limpia no es solo un proyecto legislativo. Es una demanda ciudadana concreta. Desde 2016 ha reunido más de 500 mil firmas en todo el país. Es el grito, ya no de gol, sino de hartazgo, de una sociedad que se cansó de ver desfilar por las listas a personajes con prontuario.
No, no es cierto que este no sea un tema prioritario. Solo hace falta mirar la historia reciente: escándalos, condenas, impunidad reciclada. Políticos blindados por el sistema que los protege, los recicla y los vuelve a poner en carrera como si nada. Mirá a Capitanich, electo diputado nacional en Chaco. Mirá a Martín Sereno, otra vez candidato en Misiones. ¿Dónde quedó el límite?
Este año, el Congreso no volverá a tratar Ficha Limpia. El capítulo está cerrado… por ahora. Pero la sociedad tiene en sus manos el poder de reabrirlo. Exigiendo que el tema esté en la agenda electoral. Exigiendo a los próximos legisladores que lo aprueben. O exigiendo, incluso, que se someta a un plebiscito, como el propio Milei sugirió alguna vez.
Antes de seguir buscando culpables, tal vez sea hora de que la voluntad popular —la real, no la que se grita en los medios o se digita en WhatsApp— se manifieste con claridad. Que se escuche fuerte. Porque si la política le tiene miedo a Ficha Limpia, es porque sabe perfectamente lo sucia que está.