Otra vez estamos en año electoral. Un calendario un tanto distinto, pero no por eso menos relevante, donde se renovarán bancas en 12 parlamentos provinciales y concejos deliberantes en todo el país. Además, en octubre, se votará para renovar la mitad de la Cámara de Diputados y un tercio del Senado.
En cuanto a las gobernaciones, solo dos provincias elegirán mandatarios este año: Corrientes y Santiago del Estero, que, debido a antiguas intervenciones federales, mantienen un calendario electoral distinto al del resto del país.
Tendremos entonces dos escenarios bien diferenciados. Por un lado, los debates provinciales, con sus propios armados políticos y problemáticas locales en aquellas provincias que han decidido desdoblar sus comicios. Por otro, la elección general del 26 de octubre, donde el foco estará en la disputa por el poder nacional y la renovación legislativa. Y si bien en una elección presidencial las propuestas de gobierno dominan la escena, en una legislativa, la coyuntura nacional lo arrastra todo, mientras las discusiones provinciales intentan—con más frustración que éxito—colarse en la agenda del Congreso.
Por lo que entonces, en una elección legislativa, la discusión debería centrarse en qué intereses defenderán los futuros diputados y senadores en el Congreso. A partir de aquí la interrogante que surge es si los legisladores del interior del país, que llegan al congreso a descubrir una realidad completamente nueva ajena a las roscas provinciales, donde o buscan a través de los acuerdos parlamentarios en bloque, imponer algún proyecto propio, o caer en la trampa de convertirse en levantadores de mano según la agenda que venga de la Casa Rosada.
En nuestra provincia temas como la baja de impuestos, la coparticipación federal, la energía, el gasoducto y hasta el precio de la yerba mate son temas vitales para una elección como esta. Sin embargo, lo que le importa al misionero no es prioridad para el porteño, ni lo que afecta al correntino le preocupa al bonaerense. Cada distrito tiene su propia urgencia y necesidades completamente distintas que deben ser tratadas, pero en el Congreso, todo queda diluido en la gran maquinaria nacional.
Por eso, vale la pena preguntarnos: ¿qué proyectos se van a debatir? ¿Los legisladores realmente defenderán los intereses de sus provincias o solo seguirán la corriente electoral, como ocurrió en 2021? Y una vez en sus bancas, gane quien gane, ¿pelearán por los temas que importan o serán simples “pulsadores de botones” al servicio del gobierno de turno? Basta con revisar los proyectos tratados en los últimos cuatro años para notar que la mayoría no tienen nada que ver con la realidad de las provincias, sino que obedecen a la agenda centralista.
Este es el verdadero debate de cara a octubre: mientras el oficialismo juega su partido con la inflación, la seguridad y la desregulación del Estado, las provincias miran desde la tribuna. Como siempre, la pelea será en el país central, con los pesos pesados ya pensando en 2027. La pregunta es: ¿alguien levantará la voz por el interior, o seguiremos con diputados que solo aprietan botones?
Porque después, cuando las promesas de campaña queden en el olvido y el interior vuelva a ser una nota al pie en los debates del Congreso, nadie podrá decir que no lo vio venir. Será otra elección más, otro ciclo repetido, con políticos que prometen representar a sus provincias, pero terminan atrapados en la lógica del poder central. Y entonces, dentro de dos años, volveremos a hacernos la misma pregunta: ¿cuándo llegará el momento en que las provincias dejen de ser espectadoras y empiecen a jugar el partido en serio?
Bryan Villalba…