Desde la Ciudad de Gaza, donde trabaja como gerente de actividades de enfermería de Médicos Sin Fronteras (MSF), la brasileña Daniela de Oliveira Mota lanza una advertencia tan cruda como clara: “estamos dejando morir a niños de hambre”.
Gaza: no hay comida, ni medicamentos, ni leche para bebés
Con más de dos meses sobre el terreno, asegura que la situación humanitaria es peor de lo que imaginó. “Falta todo. No hay comida, ni medicamentos, ni leche para bebés. No hay futuro para estas personas”.
En el centro sanitario donde trabaja uno de los cinco que MSF sostiene en Gaza hay más de 1.000 pacientes en tratamiento por desnutrición: niños pequeños, embarazadas y madres lactantes que no tienen acceso a los nutrientes más básicos para sobrevivir. “Cada semana los números son mayores. Y sabemos que los que llegan a nosotros son solo una fracción de lo que hay”, explica.

La guerra no solo destruyó hogares, hospitales y escuelas. También rompió la posibilidad de gestar vida con dignidad. “Lo que más me impacta son los bebés de menos de seis meses. La desnutrición empieza cuando la madre está embarazada. Tenemos mujeres que con seis meses de embarazo pesan menos de 40 kilos. Es devastador”, relata De Oliveira Mota.
Antes del 7 de octubre de 2023, según MSF, la desnutrición aguda infantil era prácticamente inexistente en Gaza. Es una epidemia silenciosa que ya provocó, solo en las últimas 72 horas, la muerte de 21 niños por hambre, según fuentes del hospital Al Shifa.
Un informe reciente de la ONU revela que uno de cada diez niños menores de cinco años está desnutrido. Y el Programa Mundial de Alimentos estima que más de medio millón de personas padecen hambruna en la Franja.
El caso que más la marcó fue el de un bebé de apenas 40 días, llevado por su abuelo. El padre había muerto en un bombardeo y la madre abandonó al niño. El hombre, sin recursos, le dio solo agua durante dos días. “Me pasé horas llamando a organizaciones para conseguir una sola lata de fórmula. Algo tan simple se ha vuelto casi imposible”, cuenta.
Las madres desnutridas, por su parte, no siempre logran amamantar. A la falta de alimento se suman el estrés, el trauma y las condiciones de hacinamiento. En tiendas improvisadas, sin agua limpia ni privacidad, muchas intentan producir leche mientras también luchan por sobrevivir.
MSF intenta contener la emergencia con suplementos para mujeres y una red limitada de centros de internación para casos extremos. Pero incluso así, reconoce De Oliveira Mota, muchas veces deben esperar que el estado del niño empeore para internarlo. “Es una sensación de impotencia constante”, confiesa.
La situación se agravó dramáticamente desde el 2 de marzo, cuando Israel endureció el bloqueo, restringiendo el ingreso de alimentos, medicinas y combustible. Aunque en mayo comenzó a permitirse el paso de ayuda limitada, el daño ya está hecho.
“Sabemos que todo lo que necesitamos está a metros de acá, del otro lado de la frontera. Hay leche, hay insumos, hay medicamentos. Esto podría terminar mañana”, asegura. Para la enfermera, la hambruna no es una consecuencia colateral de la guerra, sino una decisión política. “Es provocada. Es intencional”.
Israel justifica el bloqueo como una estrategia de presión contra Hamas, que aún mantiene rehenes del ataque del 7 de octubre. Sin embargo, la ONU niega que exista desvío significativo de ayuda por parte del grupo armado. Y más de 100 ONG, entre ellas Save the Children y Oxfam, acusan a Israel de usar el hambre como arma de guerra.
La manera en que se distribuye la escasa ayuda es, además, otro foco de dolor. El nuevo sistema —gestionado por la Fundación Humanitaria de Gaza con apoyo de Estados Unidos e Israel, y no por la ONU— ha generado caos. “Hay camiones que tienen orden de no frenar. Vimos a un padre y a su hijo morir atropellados mientras corrían detrás de un cargamento de comida”, denuncia la enfermera.
Desde finales de mayo, más de mil palestinos fueron heridos o muertos al intentar recoger ayuda, según la ONU. “Hay formas seguras de organizar una distribución. Nosotros lo hacemos todo el tiempo. Lo que se ve acá no es accidental. Está diseñado para generar desesperación”, denuncia De Oliveira Mota.
#Mundo | ONU alerta que Gaza enfrenta su peor crisis alimentaria mTestimonios desde la zona revelan un panorama desgarrador. Un médico en Gaza afirmó: “No estamos cerca de la hambruna, la estamos viviendo”https://t.co/LuBBS41XRj
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— GS Noticias (@GSNoticiascol) July 24, 2025
El sistema de salud, ya devastado, sobrevive con generadores que solo funcionan un par de horas por la noche. “El resto del tiempo trabajamos a oscuras”, dice. El hambre también alcanza al personal médico.
“Tenemos compañeros que se presentan a trabajar sin haber comido. Ahora les damos una comida diaria, pero en muchos casos ni siquiera pueden comprar alimento aunque tengan dinero, porque no hay qué comprar”.
Todos los días, la enfermera tiene que mirar a madres desesperadas y decirles que no hay fórmula, ni pañales, ni vitaminas. “Les pido disculpas, intento ofrecer algo más, pero no tengo una solución. Y eso duele”.
Con más de 59.000 palestinos muertos y 17.000 niños asesinados un promedio de 28 por día, según UNICEF, De Oliveira Mota cree que solo hay una salida posible: “Hay que abrir las fronteras. Hay suficientes suministros. Hay organizaciones preparadas para distribuirlos. Lo único que falta es voluntad de dejar vivir a esta gente”.