En una era donde las apuestas online, los casinos virtuales y las plataformas de juegos con recompensas monetarias están disponibles las 24 horas desde cualquier dispositivo, la ludopatía se ha convertido en una preocupación creciente de salud pública. Aunque tradicionalmente asociada a los espacios físicos de juego, hoy la adicción al juego avanza silenciosamente en entornos digitales, afectando tanto a jóvenes como adultos, y generando consecuencias emocionales, funcionales y sociales de alto impacto.
La Licenciada Juliana Lanza, Directora de Psicología de la Fundación Iberoamericana de Salud Pública (FISP), explica que la ludopatía —o trastorno por juego— es una adicción no relacionada con sustancias, reconocida por el DSM-5 y por la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-11) de la OMS, que puede presentarse de forma episódica o persistente, con distintos grados de gravedad (leve, moderada o grave). “Cuando el juego deja de ser recreativo y pasa a dominar el comportamiento de una persona, estamos frente a un trastorno que requiere atención clínica”, afirma Lanza.

Lic. en Psicología. Cuenta con una Especialización en Psicotraumatología. esTerapeuta, Certificado EMDR.
La cara digital del problema
El juego problemático en línea implica consecuencias negativas que van desde el deterioro de relaciones sociales y familiares, hasta la pérdida del rendimiento laboral o académico, pasando por problemas económicos, ansiedad, depresión y aislamiento social. Plataformas de apuestas deportivas, juegos de casino virtual y aplicaciones de entretenimiento con componentes de azar han democratizado el acceso, pero también han incrementado el riesgo, especialmente entre adolescentes y jóvenes adultos, un grupo históricamente más vulnerable a la impulsividad y la búsqueda de gratificación inmediata.
“El problema no es solo el juego en sí, sino la disponibilidad constante, la falta de regulación efectiva y la sensación de anonimato que ofrecen estas plataformas. Todo esto alimenta el círculo vicioso de la compulsión”, detalla Lanza.

Impulsividad y comorbilidades asociadas
Un aspecto central en el desarrollo del trastorno es la impulsividad, entendida como la tendencia a realizar acciones precipitadas, sin prever sus consecuencias. La ludopatía digital comparte esta característica con otras adicciones, tanto relacionadas como no relacionadas con sustancias. Además, suele presentar comorbilidades con otros trastornos mentales, como trastornos de personalidad, adicciones al alcohol o drogas, trastornos afectivos y trastornos de ansiedad.
La compulsión, por su parte, representa la contracara de la impulsividad: una urgencia por alcanzar una gratificación inmediata, generalmente asociada a una búsqueda de sensaciones extremas o a una evasión emocional. En el contexto del juego, esta dinámica puede llevar a una escalada de riesgos, como el endeudamiento, la manipulación del entorno familiar, la mentira y, en los casos más graves, la ideación suicida.

¿Cómo se diagnostica el trastorno del juego?
La Organización Mundial de la Salud (OMS) establece criterios claros para el diagnóstico del trastorno por juego, que incluyen:
-
Pérdida de control sobre el inicio, frecuencia y duración del juego.
-
Prioridad del juego por encima de otras actividades cotidianas.
-
Continuación del juego pese a sus consecuencias negativas.
-
Angustia marcada o deterioro funcional significativo.
Estos síntomas deben persistir por al menos 12 meses, aunque el diagnóstico puede establecerse antes si las manifestaciones son severas.
Un abordaje profesional y social
Desde la Fundación Iberoamericana de Salud Pública subrayan que el abordaje de la ludopatía debe ser integral, incluyendo tratamientos psicológicos personalizados, en muchos casos de tipo dual (cuando hay otras adicciones o patologías coexistentes), y estrategias de prevención poblacional que involucren a las familias, el sistema educativo, el Estado y las plataformas de juego.
“Necesitamos dejar de pensar que la ludopatía es simplemente ‘falta de voluntad’. Es una enfermedad con base neuropsicológica y emocional, que se trata y se puede prevenir. Pero para eso se requiere conciencia, regulación y acceso a atención profesional”, afirma Lanza.
Además del tratamiento, es fundamental reducir el estigma, promover la educación digital responsable y desarrollar políticas públicas de regulación, que garanticen límites al acceso irrestricto a plataformas de juego y brinden protección a los usuarios más vulnerables.

FISP: salud pública, formación y concientización
La Fundación Iberoamericana de Salud Pública (FISP) es una organización sin fines de lucro dedicada a la formación profesional, investigación y difusión en salud pública. Ofrece capacitaciones 100% online con doble titulación, avaladas por la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires (UBA), y produce contenido educativo a través de medios digitales, redes sociales y programas audiovisuales.
Con miles de alumnos formados y una red interdisciplinaria de docentes expertos, FISP se posiciona como una institución clave para impulsar estrategias de prevención en salud mental, visibilizar problemáticas emergentes y generar herramientas de intervención desde una mirada integral, inclusiva y actualizada.