El caso Kiczka, histórico juicio al ex diputado misionero Germán Kiczka y su hermano Sebastián por tenencia y distribución de material de abuso sexual infantil, culminó hace algunas semanas con una condena de 14 y 12 de prisión, respectivamente, aunque sigue resonando en la conciencia popular.
En este sentido, el fiscal del Tribunal Penal 1 de Posadas, Martín Rau, ahondó en los desafíos legales y emocionales que enfrentan quienes investigan estos crímenes, como así también en la conmoción social que desataron los delitos.
La pena y los criterios: “No es una ecuación matemática”
Rau defendió las condenas de 14 años para Germán Kiczka (exdiputado provincial) y 12 para su hermano Sebastián, aunque reconoció que la opinión pública esperaba castigos más severos. “Nosotros pedimos 15 y 12 años. No es poco para los parámetros del Código Penal”, explicó, detallando que la diferencia se basó en la cantidad de dispositivos con material ilícito hallados y los roles de cada imputado: Germán fue condenado por distribución, facilitación y tenencia, mientras que Sebastián enfrentó cargos por abuso sexual sin acceso carnal.
El fiscal también destacó que la condición de exfuncionario público de Germán agravó su responsabilidad: “Transgredió la voluntad popular. Quienes ejercen funciones tienen mayor reproche penal”, afirmó, en alusión a su pasado como legislador.
Pedro Puerta: La declaración que “no cuadraba”
Uno de los momentos más incómodos del juicio fue la declaración del diputado provincial Pedro Puerta (Partido Renovador), quien envió sus respuestas por escrito acogiéndose a sus fueros. Rau reveló que su testimonio no coincidió con la evidencia: “Nosotros solo preguntamos lo que ya sabíamos. Su respuesta no encajó”. Aunque evitó acusarlo directamente de mentir, confirmó que se solicitó una investigación separada por posible falso testimonio.
Sobre Puerta —quien contrajo matrimonio en un hotel de lujo en Iguazú tras el juicio—, Rau se limitó a decir: “No merece que opine. Lo relevante es que su declaración no coincidió con los mensajes que teníamos”.
El impacto personal: “Cambió algo en mí”
El fiscal admitió que el caso lo marcó, especialmente como padre: “Mientras cambiaba los pañales a mi bebé, pensaba en cómo alguien puede hacer esto”. Sin embargo, aclaró que, en sus años de carrera, otros crímenes —como los femicidios— lo conmovieron más. “Uno desarrolla mecanismos de defensa. No voy a terminar en terapia por esto, pero duele”, reconoció, aunque confesó que arrastra duelos personales que lo llevaron a considerar ayuda psicológica.
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Por otra parte, Rau alertó sobre el crecimiento de los crímenes digitales y la necesidad de cooperación internacional: “Si no se aborda de modo global, los delincuentes se radicarán en países permisivos”. Explicó que el caso Kiczka comenzó con una alerta de Estados Unidos, derivada a la fiscalía argentina a través de la red 24/7 del Convenio de Budapest.
Sobre las plataformas peer-to-peer (como las usadas por los Kiczka), advirtió que, aunque su uso decline, los delitos migrarán a otras formas: “Es una reinvención del mismo horror. Antes se distribuía en físico; ahora es digital”.
El fiscal cerró con un llamado a la profesionalización: “Van a seguir apareciendo casos. Debemos prepararnos”. Y dejó una reflexión: “Detrás del saco de fiscal hay una persona. Esto nos deshumaniza, pero no podemos mirar para otro lado”.
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