Este domingo fuimos testigos de una elección clave en el segundo distrito más grande del país. Aunque formalmente se disputaban bancas legislativas porteñas, como bien señalan los analistas, el tamaño del muestreo es lo suficientemente robusto como para leer conductas extrapolables al tablero nacional.
Contra todo pronóstico —y sin ánimo de defender a los encuestadores, que volvieron a fallar salvo Giacobbe—, La Libertad Avanza logró imponerse en la Ciudad de Buenos Aires, desplazando por primera vez en 20 años al PRO del podio principal. Algo que parecía impensado hasta hace pocos meses.
El gran ganador fue Manuel Adorni, que encabezó la lista libertaria y obtuvo cerca del 30% de los votos, duplicando la performance de 2023, cuando LLA apenas había superado los 240 mil sufragios en la capital. Esta vez, rozaron el medio millón. En cambio, el PRO cayó al tercer lugar, perdiendo casi 600 mil votos respecto a esa misma elección, una hemorragia que ni Jorge Macri con todo el aparato de la ciudad pudo contener.
El clima en el búnker amarillo fue de velorio: caras largas, explicaciones forzadas y silencios incómodos. Ni el aparato, ni la caja, ni el marketing pudieron contrarrestar lo evidente: la gestión de Jorge Macri no convence a nadie. La teoría de que “la gente vota gestión” quedó ratificada, aunque a Macri le hubiera gustado que fuera en otro sentido.
El PRO pagó todos sus errores juntos. El principal: haber desdoblado la elección en un intento desesperado de no nacionalizar la discusión, por miedo a quedar aplastado entre la motosierra y el olvido. Decisión pésima. Apenas 1 de cada 2 porteños fue a votar, y la mayoría de los que fueron, lo hicieron para castigar.
El ausentismo se convirtió en una constante del 2025, como ya vimos en Santa Fe y veremos en cada provincia que busque blindarse del escenario nacional. La gente está harta de votar cada dos meses. Y más harta aún de elegir entre slogans vacíos, candidatos sin agenda y una discusión binaria entre Milei sí, Milei no, o Milei me cansó pero no quiero que vuelva Cristina.
En ese contexto, Jorge Macri se convirtió en el primer oficialismo derrotado del año. Su gestión errática, sumada a una interna feroz dentro del PRO, lo llevó a elegir una candidata sin carisma, sin mensaje y sin brújula. Como si no hubieran aprendido nada de la paliza de 2023. Tan mal estuvieron, que hasta Larreta volvió del retiro para rascar votos por afuera.
Entonces, la pregunta cae de madura: ¿puede La Libertad Avanza desplazar definitivamente al PRO en la Ciudad? Es temprano para afirmarlo, pero la tendencia es clara. CABA es históricamente un distrito refractario al kirchnerismo, por lo que la derecha liberal tiene margen de crecimiento. Si el PRO quiere recuperar terreno, deberá hacer algo más que prometer “orden y cercanía”: tendrá que dejar de oler a pis y empezar a oler a gestión. Literal y figuradamente.
Mauricio Macri, mientras tanto, deberá revisar su GPS. El “jefe” no solo perdió su bastión, sino que ni siquiera logró marcar agenda en la elección. Quizás sea hora de volver a llamar a Milei, no solo para comer milanesas en Olivos, sino para cerrar una alianza más explícita de cara a la madre de todas las batallas: provincia de Buenos Aires. Porque si no corrige el rumbo, el barco amarillo va directo al iceberg… y encima manejado por Uber.
Hoy La Libertad Avanza festeja. No solo por un triunfo electoral, sino porque ha logrado algo aún más valioso: representar en exclusiva a la derecha nacional. Con gestión o con discurso, con ajuste o con épica, Milei sigue siendo el punto de fuga del electorado inconforme. Las demás fuerzas tienen dos opciones: o construyen una alternativa creíble, o se tiñen de violeta para no desaparecer. La patria, al parecer, ya va eligiendo su nuevo color.